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¿Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo?

Mercedes Sosa / Corresponsal Latinoamérica de El Revolucionario Digital  |  28 de agosto de 2014 (00:12 h.)
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La Agencia EFE nos trae la noticia de que el gobierno socialista francés reemplazó a su actual ministro de economía Arnaud Montebourg, portavoz de las teorías más izquierdistas, por Emmanuel Macron, hasta ahora secretario general adjunto de la Presidencia. 

El saliente había criticado el rumbo que la gestión Hollande está tomando y que tiene como su artífice al flamante funcionario Macron, especialmente en la medida denominada “el pacto de responsabilidad”, en virtud del cual se reducen los impuestos a los empresarios a cambio de la promesa de éstos de hacer más contratos. Hasta ahí, si se quiere, cambios ante crisis de gobiernos que necesitan de otros aires para continuar. Sin embargo, cuando nos adentramos en los antecedentes del nuevo ministro podemos ver que… ¡Ay! fue directivo de la banca de inversión Rothschild desde 2008 hasta 2012. 

Holland no es el único que incorpora a ex miembros del establishment financiero internacional, en general discípulos destacados de las teorías del denominado neoliberalismo, que practican ese  capitalismo salvaje que, en nombre de la libertad, han propiciado, actuado o colaborado para que los resultados sean los que sufre por ejemplo España en la actualidad, de la mano de gobiernos que se dicen socialistas. Sin ir más lejos, el ministro de economía y competitividad de ese país, Luis de Guindos, tiene como antecedente el haberse desempeñado como director, nada menos que de la filial en España y Portugal del banco de inversión Lehman Brothers, hasta que se produjera su quiebra en 2008, que desencadenara a su vez una enorme crisis financiera internacional. A propósito, al cumplirse en setiembre de 2013 cinco años del fraude que provocó la quiebra de Lehman Brothers y una crisis financiera global, “… el Fiscal General Eric T. Schneiderman emitió una declaración en su carácter de parte de un grupo de trabajo estatal-federal dedicado a la investigación de los responsables de la crisis financiera. … Desde su formación, el Grupo de Trabajo ha presentado demandas contra JP Morgan y Credit Suisse por engañar a los inversores en cuanto a la calidad de los préstamos empaquetados en valores respaldados por hipotecas residenciales, lo que contribuyó a la crisis financiera …” (Periódico difital LONG ISLAND al día, 13/09/2013)

En Argentina también se han designado en el área económica, especialmente en la década saqueada de los noventa, a brillantes jóvenes que hicieron lo suyo para que el país cayera en default luego del nefasto diciembre de 2001. Pero hagamos un poco de historia: En el 2001, los principales bancos internacionales advertían que Argentina con su convertibilidad se encaminaba hacia el default de su deuda. Dicho plan había sido ideado por uno de los personajes más nefastos de la historia económica argentina: Domingo F. Cavallo, quien devino salvador de la extrema situación imperante hacia fines de los ochenta, cuando el presidente Raúl Alfonsín sufría en carne propia un violento golpe de mercado, nueva modalidad que venía a reemplazar a la desprestigiada definitivamente de los golpes militares que históricamente habían tumbado a gobiernos democráticos díscolos y populistas, contrarios a los intereses de las élites locales, alineadas a la élite internacional. El descontrol inflacionario, que alcanzó la increíble cifra de 2.314% durante el primer año de gobierno de Carlos Menem, hizo que resultara fácil para Cavallo imponer su Convertibilidad, por la cual el peso argentino quedaba atado al dólar a valores iguales: 1 peso = 1 dólar, al tiempo que con ese ajuste se congelaban los precios. Regiría durante once años a un altísimo precio para la economía nacional, que perdía así su soberanía monetaria en manos del dólar. Consecuencias: precios congelados a un altísimo nivel. Reducción drástica de los salarios y por tanto de la demanda. Creciente desempleo y por tanto caída en picada del consumo. Productos importados baratísimos. Destrucción de la industria nacional. Cierre de fábricas. Dólar barato. Clase media y alta felices, con acceso a consumo de niveles superiores, especialmente viajes y bienes suntuarios gracias a ese dólar barato subsidiado con el hambre y la miseria de millones de argentinos. Por cada peso circulante debía haber un dólar en el Banco Central de la República Argentina. Para hacer frente a los gastos corrientes del Estado, el país debía conseguir dólares, que naturalmente no fabrica y se hacía fundamentalmente con la adquisición de deuda externa ante el FMI y otros organismos multilaterales. El 6 de enero de 2002, con un país incendiado en una crisis social sin precedentes, terminó de regir la convertibilidad. 

Pero volvamos al 2001, en medio de la crisis más profunda que atravesaba Argentina en 100 años, cuando la pobreza era una epidemia y los presidentes duraban días. Antes, a mediados del 2001, cuando “Mingo” Cavallo arribó (¡de nuevo!) al ministerio de economía con el gobierno de la Alianza, los bancos, en connivencia con funcionarios públicos, llevaron adelante un plan para poner al resguardo sus intereses y huir preventivamente de la crisis.

Con ese propósito, un pool de bancos internacionales, en cuya cabeza estaba el JP Morgan Chase& Co, sustituyeron 19 mil millones de dólares que tenía el sistema financiero argentino como reservas, ante posibles contingencias de la convertibilidad (RML – Requisitos Mínimos de Liquidez) por títulos de la deuda externa argentina que estos bancos tenían en su poder, y sobre los que se avizoraba un seguro default.

Así, fugaron los dólares al exterior, y dejaron en los bancos argentinos títulos de escaso valor.

A la par, este pool de bancos internacionales, nuevamente con el JP Morgan a la cabeza, hicieron caer un contrato que tenían con el Banco Central por 7 mil millones de dólares. Era un “contrato de pases contingentes” que establecía que ante una crisis o fuga de depósitos, estos bancos internacionales debían asistir con 7 mil millones de dólares al Banco Central. Había sido contratado en 1996 luego de la “crisis del tequila”, y por él el Banco Central pagó 200 millones de dólares. “Esto dos hechos, echar manos a las reservas que trepaban a 19 mil millones de dólares; y desobligarse del contrato de “pases contingentes” con el Banco Central, fueron el núcleo de una serie de actos estafatorios que estuvieron destinados a salvaguardar los intereses de un grupo de bancos internacionales encabezados por el JP Morgan y el City Bank, en desmedro de los genuinos intereses argentinos”. 

El plan constaba de tres fases: 

  1. Blindaje: fue la fase uno del plan. Para cumplir sus compromisos con los acreedores externos, mediante este acuerdo firmado a fines del 2000, Argentina se comprometió, ante el FMI, a sustituir el financiamiento externo por financiamiento interno. El monto comprometido fue de 20 mil millones de dólares. El mismo monto que entonces tenían en reservas los bancos argentinos, acumuladas desde la crisis del Tequila.
  2. Plenos poderes para Cavallo: Para asumir nuevamente como ministro en marzo del 2001, el “Mingo” exigió que se le otorgaran plenos poderes para así supuestamente, poder sortear la caída de la convertibilidad y la economía. En realidad lo fue para hundirla definitivamente. Porque Cavallo usó esos plenos poderes, para entre otras cosas, reformar la Carta Orgánica del Banco Central. Y permitirle a los bancos integrar las reservas con títulos de la deuda. Y a la par puso a estos directamente bajo la supervisión del presidente Banco de Central. O sea del cofrade de estos, el banquero Roque Maccarone, del Banco Rio y Banco Galicia, a quién el Mingo había designado en sustitución del removido Pedro Pou. De esta manera Mingo preparó el terreno para hacerle minga a las reservas.

  3. Megacanje: este canje de deuda, por el cual fueron procesados (y luego liberados por la justicia oligarca argentina) Domingo Cavallo, Daniel Marx y el JP Morgan, fue la fase tres. Se realizó a mediados del 2001 y tuvo un doble objetivo.

El primero fue hacer caer el contrato de pases contingentes que tenían el JP Morgan Chase & Co y otros bancos con el Banco Central. Con ese fin, mediante el canje se esterilizaron los títulos de la deuda que el Banco Central debía entregar como garantía de ese contrato, para poder recibir el “préstamo contingente”. Con lo cual, al no existir esas garantías, el contrato de pases contingentes por 7 mil millones de dólares no se pudo cumplir. No por culpa del JP Morgan y sus asociados, sino por culpa del Banco Central y el Estado argentino. El otro objetivo fue introducir los títulos de la deuda externa que estos bancos internacionales tenían en el exterior -uno de cuyos principales colocadores había sido el JP Morgan- en los bancos argentinos; para canjearlos por las reservas.

 

“Con este canje, los bancos internacionales y el JP Morgan, se sacaron los bonos de encima y se los enchufaron a los bancos locales, llevándose los dólares”. “Así se fueron 19 mil millones de dólares de reservas” 

Allí, antes de concretar el Megacanje, que tenía como principal agente al JP Morgan, Cavallo postuló a Alfonso Prat Gay, que aun era Jefe de Negocios del JP Morgan, como vicepresidente del Banco Central. Prat Gay había aterrizado a Buenos Aires procedente directamente de Londres, el 6 de enero del 2002. El mismo día en que Duhalde decretaba la devaluación del peso.

En los meses previos a su nombramiento en el Central se había desempeñado como asesor de Mauricio Macri, en momentos en que actual Jefe de la Ciudad comenzaba a meditar su actual carrera política.

El ex ejecutivo del JP Morgan Chase & Co llegó al Central cuando el país ardía por los cuatro costados. Y los bancos, por su incautación de los depósitos a los ahorristas, ni siquiera podían abrir sus puertas. A todo esto, en los balances del Banco Central, había grandes rastros del atraco que habían cometido los bancos contra las reservas.

Eran tan evidentes que los propios auditores externos del Banco Central (la consultora KPMG) y la Auditoria General de la  Nación (AGN) habían rechazado en Agosto del 2002, los balances del 2001, debido a las gravísimas inconsistencias que presentaban sus cuentas.

Específicamente, la AGN (Auditoría General de la Nación), en su informe había manifestado que “debido al efecto muy significativo que sobre los estados contables pudieran tener eventuales ajustes y reclasificaciones…que pudieran requerirse de la situación de incertidumbre planteadas, no estamos en condiciones de expresar y, por lo tanto, no expresamos una opinión sobre los estados contables del Banco Central de la República Argentina, considerados en su conjunto”.

En este delicado contexto asumió Prat Gay la presidencia del Banco Central. Y su arribo, “tuvo como objeto tapar todo lo acontecido en torno a las reservas y el contrato de pases contingentes, hechos en lo que el JP Morgan estaba seriamente comprometido” explicó el ex-diputado Mario Cafiero ante la Revista Veintitrés. “Prat Gay fue el gran encubridor” agregó.

Su llegada también implicó un inmediato acuerdo con el FMI. Y una compensación integral a los bancos por la pesificación asimétrica, y los activos que tenían en dólares. “No solo ocultó la maniobra. A la par procuró, junto con Lavagna, que los bancos, los grandes responsable de la catástrofe del 2001, no salieran perjudicados,” concluyó el ex diputado.

Aun así la tarea de Prat Gay no fue sencilla. En el 2003 la AGN y la consultora KPMG, rechazaron nuevamente los balances del Banco Central. Ambos auditores continuaban señalado que no había continuidad en las cuentas del Banco. Este balance llevó estampada la firma de Prat Gay. Recién en el ejercicio del 2003, el actual miembro de la Coalición Cívica, partido de Elisa Carrió pudo aliñar las cuentas. Claro que sin hacer una sola mención de los 26 mil millones de dólares que se fugaron en el 2001 de las bóvedas del sistema financiero argentino.

Otro joven brillante que ha descollado en la misma época: 

Federico Sturzenegger. Dice su CV: "... es consultado regularmente por corporaciones y organismos internacionales (sic)." … Previamente a convertirse en funcionario de López Murphy y Domingo Cavallo durante 2001, Sturzenegger brindó servicios de consultoría al FMI en 1993 y 1994 (retomaría en 2003, 2004 y 2005), al Banco Mundial en 1988, 1994 y 1999 (luego en 2002 y 2005) y al BID en 2001 (repetiría en 2003, 2005 y 2007). Tuvo a su cargo la política económica durante prácticamente todo el 2001. Cuando los indicadores socioeconómicos no detenían su exponencial deterioro: aumento del desempleo (16,4%), caída del PBI y de reservas internacionales, aumento de las tasas de interés real que aceleraban la ya asfixiada actividad económica. La pobreza y la indigencia saltaban del 28,9% y el 7,7% al 35,2% y 12,2% entre octubre de 2000 y octubre de 2001, respectivamente (unos 13 millones de pobres e indigentes).

En diciembre de 2000, el FMI, Banco Mundial y BID nos blindaron por 40 mil millones de dólares apuntando a preservar la Convertibilidad amenazada de default hasta tanto no concluyera la negociación del canje de títulos de la deuda externa. Dicha negociación terminó en mayo de 2001, con la reestructuración de la deuda en bonos. ¿Resultado del megacanje? La situación financiera y económica del Estado empeoró; el riesgo de default también. Entre septiembre y diciembre de 2001 el PBI cayó 10,5%, la recaudación de impuestos nacionales y de seguridad social un 30% interanualmente y las reservas del BCRA en cerca de un 40% (enero a agosto). El FMI realizó un segundo desembolso extraordinario de 6300 millones. Curiosamente, entre septiembre y diciembre de 2001 salieron del sistema (para ponerse a salvo de la inevitable devaluación que sólo banqueros y especuladores conocían iría a suceder) algo más de 6000 millones. ¡Qué casualidad! El caos era absoluto, pero Sturzenegger, perspicaz, renunció a tiempo. Exactamente un mes antes de la pueblada del 19 y 20 de diciembre de 2001.

Moraleja: Cuando los ciudadanos observen que sus gobiernos contratan a los hijos dilectos del poder financiero mundial, pongan sus barbas a remojar. 

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