Escuché con atención
las alabanzas en misa,
sin soltar una sonrisa,
sin tropezar con su engaño.
Huyo de la religión
que reza al mundo en su ombligo,
que Dios no cuente conmigo
para reunir su rebaño.
“Por lo menos un amén”
me pidieron por lo bajo.
“Que el cura haga su trabajo
y no me alargue el sermón”,
me alejé de cualquier fe
-si no estaba ya bien lejos-,
este borrego está viejo
para seguir al pastor.