Mientras en España se celebraba el aniversario del inicio del proceso de explotación de los pueblos de Latinoamérica, el primer Presidente indígena de la historia de Bolivia volvía a conseguir una enorme victoria afianzando así el inicio de una nueva Bolivia.

El Presidente Evo Morales consiguió más del 60% porcientos de los votos, mientras que el principal opositor, Samuel Doria Medina, un conocido empresario y exministro durante el periodo neoliberal, solo ha conseguido el 25% de los votos.

Y sí. Hablamos de una nueva Bolivia. Lejos de su vieja decadencia y sumisión a Occidente.  Lejos del viejo estado que discriminaba a la mayoría indígena, que tenía un 39% de pobreza y tenía una fuerte tendencia elitista.

Un estado en el las decisiones las tomaba Estados Unidos y la DEA con un Presidente títere que ni siquiera podía hablar español correctamente. Donde los indígenas no podían coger el agua de sus tejados porque esto hacía peligrar el monopolio de una empresa privada propietaria del control de dicho líquido.

Lejos de esa “democracia” que aplicaba la tortura a sus opositores (entre ellos el propio Evo, que las sufrió en su carne), ahora Bolivia es un país mucho más próspero, independiente y democrático.

Durante sus mandatos, el Gobierno nacionalizó los hidrocarburos, Evo se redujo el sueldo un 57%, la pobreza se ha reducido de un 39 a un 18% (se pretende erradicar en 2025) y el PIB ha aumentado considerablemente. También se inició una asamblea constituyente,  se creó una nueva Constitución que representa a los antiguamente discriminados indígenas, se expulsó a la DEA e internacionalmente Bolivia se unió al rumbo popular y progresista de otros países de Latinoamérica. De hecho, Evo Morales ha dedicado su victoria electoral a Fidel castro y Hugo Chávez.

Es cierto que el proceso revolucionario en Bolivia se ha salpicado de enorme errores y contradicciones. Pero para solucionarlo aún tienen hasta 2020. Algo que el pueblo boliviano sin duda garantizó ayer en las urnas.