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¿Para qué sirve un banco?

Mercedes Sosa / Corresponsal Latinoamérica de El Revolucionario Digital  |  29 de agosto de 2014 (23:44 h.)
Para qué sirve un banco

Por favor, no me responda. La pregunta se dirige hacia esas instituciones creadas, básicamente para intermediar entre quienes cuentan con un capital de ahorro, proveniente de los excedentes que no utilizan para pagar el consumo de los bienes y los servicios que satisfacen las necesidades humanas, y quienes precisan de un capital, sea para invertir en alguna actividad productiva o para poder consumir algo que está más allá de los presupuestos con que se cuenta.

De este modo, dichas instituciones pagan a los primeros  un interés por mantener sus fondos en ellas, a la vez que los usan para dar crédito a los segundos, cobrándoles un interés, el que es siempre mayor que el pagado a los primeros, de lo cual obtienen su ganancia. Esta, si se quiere, verdad de Perogrullo, podría decirse que hoy no existe más como fue concebida en tanto objetivo de la actividad bancaria.

La complejización de las operaciones financieras, su internacionalización, su dependencia (diría suicida) de las tecnologías de la informática, la hegemonía de su sistema casi místico, sólo para unos pocos iniciados en el culto de la manipulación del dinero y sobre todo, la profunda concentración del poder financiero mundial en unos pocos bancos, que expanden su largo brazo hacia los cuatro puntos cardinales del mundo, con una libertad que asusta, los ha convertido en sofisticados sistemas de ingeniería casi ocultista, muy lejos de la, si se quiere loable función con la que surgieron allá lejos en el tiempo.

Los bancos han maximizado sus utilidades, su rentabilidad de manera creciente en los últimos tiempos, paradójicamente a como se han ido minimizando de manera inversamente proporcional, los recursos financieros de los países que no ocupan el centro del planeta especialmente, aunque no exclusivamente.

Cuesta entender al ciudadano común, cercado por un presupuesto mensual limitado y en muchos casos más que limitado, como es que esas instituciones suelen perseguirlo de manera insistente (casi como un testigo de Jehová, salvando las distancias) al captarlo con una cuenta sueldo, casi obligatoria para todo ciudadano que se precie de tal, torturándolo con ofrecimientos de todo tipo de plásticos que invitan a un híper consumo casi de primer mundo y luego, cuando el incauto ha caído, acosándolo para que pague muy cara la ilusión de “pertenecer”, que le regaló ese plástico tan elegante que ahora le quema en la mano.

Cuesta también entender cómo es que esta simple operación masiva bancaria es prácticamente la única que contacta al ciudadano de a pie con SU banco por estos días. Porque si cualquiera de nosotros/as, personas comunes nos dirigimos prestamente a NUESTRO banco, para salvar la pequeña herencia dineraria que nos dejó la abuela, del fantasma de la inflación, de la recesión y de tantas epidemias económico financieras que nos asolan, si nos atiende alguien será solo el guardia en la puerta, que cuando le expliquemos la suma que pretendemos depositar nos dirá, con una sonrisa bondadosa: mejor vaya y cómprese algo con ese dinero, CONSUMA porque aquí, no le darán lo que busca. Claro NUESTRO banco sólo le escuchará (y en tal caso le ofrecerá hasta un café aromático) si Ud. le lleva 1 millón de dólares mínimo. 

A título de mero ejemplo en Argentina, nos ilustra Mariano Kestelboim,  Coordinador del Dpto. de Política Económica de la SID (Sociedad Internacional de Desarrollo), quien considera vital ”promover políticas que reduzcan costos abusivos de intermediación y generen más instrumentos de impulso a la inversión.” “La crónica inestabilidad y los comportamientos rentísticos de los actores con mayor poder son también obstáculos para el desarrollo de inversiones de magnitud, que permitan lograr grandes cambios estructurales de la plataforma productiva. Sectores como el financiero, que no invierte en la producción y que se apropia de un amplio margen de ganancia, expulsa a quienes fabrican y arriesgan. El fenómeno es paradójico porque los bancos lucen como facilitadores de compras en un contexto inflacionario cuando su acción, racionando créditos a la industria, alimenta los problemas inflacionarios y de competitividad, en lugar de estimular la inversión productiva, lo cual es básico para sustentar el proyecto de desarrollo nacional”

Cuesta entender al ciudadano… ¿para qué sirve hoy un banco, a quiénes sirve hoy un banco, Cómo les sirve a esos privilegiados ciudadanos hoy un banco?

Puede resultar útil para entender estas cuestiones, señalar que la ingeniería actual de las entidades financieras pasa por el capital financiero especulativo, que utiliza un arsenal de ingenierías financieras: apalancamiento, finanzas derivadas, títulos tóxicos sin respaldo como los bonos o “hipotecas basuras”, pura usura institucionalizada que incluye actividades como obtener ganancias extraordinarias manipulando divisas, impulsar devaluaciones en los países en que operan manteniendo fortunas en el exterior  que sacan de los mismos, manipulación de mercados paralelos de divisas, especialmente el dólar, compra de activos tóxicos de alto riesgo para venderlos a altos precios, acaparamiento de colocaciones de dineros públicos de los Estados para uso (y abuso) privado sobornando a funcionarios públicos sin escrúpulos, … la lista es larga. A tal fin no hesitan en atraer el dinero a cualquier precio, sin importar si luego les es imposible cubrir las promesas de dividendos y ganancias ofrecidas, usan y abusan de las figuras del testaferro que impiden saber quién es quién en las operaciones que realizan, crean sociedades fantasmas, hacen triangulaciones con filiales del exterior, muchas veces con falsas operaciones que encubren las reales, por ejemplo autopréstamos que les permiten evadir impuestos.  De todo esto y más, que no tiene control eficaz, sino solo control de formalidades como leyes anti lavado, pero sin que los Estados puedan en muchos casos avanzar en esa compleja ingeniería financiera ininteligible para funcionarios de la política, solo para expertos y peritos que suelen tener un precio para ocultar evidencias comprometedoras, surgen casos paradigmáticos como el de Bernard Madoff quien estafó durante más de 40 años al sistema financiero mundial.  Madoff Investment Securities captaba dinero, prometiendo una alta tasa de ganancia y con una parte del dinero que ingresaba, invertía en los 'hedge funds', fondos especulativos sin mayor regulación. Madoff globalizó el fraude a través de una arquitectura financiera donde incorporó fondos, empresas de fachada y alianza estratégicas con otros bancos. En un momento Madoff tuvo que hacer frente a los pagos de su clientela donde estaban grandes inversores que querían recuperar su capital y no tuvo como honrar dicho compromiso. De tal manera, terminó reconociendo la trampa y terminó preso. No sin antes decir a quién quisiera escucharle que todo el dorado mundo financiero conocía y aplicaba sus  recetas. Algo así le tocó vivir a un directivo de la JP Morgan que estuvo tapando agujeros destapando otros, hasta que no pudo responder a un cliente el por qué no retornaba el capital invertido y, por esa razón decidió entregarse a la justicia argentina haciendo una denuncia acerca de cómo había ayudado por años a los ricos entre los ricos de Argentina, a fugar fortunas de un país jakeado por las deudas que esos ricos fabricaron durante décadas a través de estas maniobras, que entre paréntesis están aún impunes, habiendo brindado con pelos y señales nombres de los ilustrísimos, números de cuentas y montos involucrados. Y ni qué decir del arrepentido de la Goldman Sachs, que cual esposa despechada anda por el mundo promocionando su libro, en el que relata las fechorías que le obligaban hacer y por las cuales no le pagaban como debieran, razón por la cual parece tuvo que apelar a este trabajo extra de escribir para poder sobrevivir. El pobre Greg Smith declaró mientras enjugaba sus lágrimas que, entre otras cosas: “Tratamos de sacar beneficio de la desgracia de España. En la reunión de la mañana el banco decía: ‘Hoy vamos a vender acciones de sus bancos y a convencer a nuestros clientes de que compren’. Y a los dos días decían lo contrario. Cuanto más los aterrorizas, más negocio haces”, asegura Smith. Buen muchacho. 

 Demasiados delitos y ningún condenado ¿Por qué? 

Nos dice el historiador belga Éric Toussaint: “ … los bancos y otras grandes instituciones financieras de dimensión mundial actúan a menudo como un cártel organizado, dando muestras de un nivel raramente observado hasta ahora de cinismo y abuso de poder. Hoy día, después de que los Estados hayan puesto dinero público a disposición de las entidades financieras, cuyas apuestas especulativas han ido mal, los magistrados a cargo de hacer aplicar la Ley se emplean en proteger a los responsables de esas entidades y banalizan así, incluso justifican a posteriori, la conducta ilegal o criminal por las que se han hecho culpables.

Un contexto así, en el que reina la impunidad, anima a los dirigentes de las firmas financieras a más abusos y actuaciones de riesgo. Los bancos como instituciones no son condenados, siendo lo más habitual el que ni siquiera sean llevados ante los tribunales.

Esos bancos hacen recaer toda la responsabilidad en traders como  Jerôme Kerviel y algunas decenas más como él, mientras logran que la justicia les condene por haberles perjudicado.”

A pesar de que… “tanto la justicia estadounidense como la europea tienen ante sí delitos muy graves cometidos por los bancos más grandes: estafa organizada contra clientes, (pequeños) accionistas y accionariado público; blanqueo de capitales procedente del crimen organizado; fraude fiscal a gran escala; manipulación organizada de los mercados de cambio; uso de documentación falsificada; delitos por uso de información privilegiada; destrucción de pruebas; enriquecimiento abusivo; manipulación organizada del mercado de los CDS; manipulación en el mercado de las commodities; complicidad en crímenes de guerra.”  “…las autoridades aplican a los bancos  la teoría de  "demasiado grande para caer" ("too big to fail"). La forma en que los gobiernos han gestionado la crisis provocada por los bancos ha desembocado en una nueva doctrina que puede ser resumida así: "demasiado grandes para ser condenados". O, "demasiado grandes para ser encarcelados" si se traduce literalmente el nuevo adagio, que está de moda en Estados Unidos y el Reino Unido: "too big to jail", que rima con "too big to fail". En efecto, si bien el gobierno estadounidense dejó quebrar a Lehman Brothers en septiembre de 2008, ningún banco ha sido cerrado o desmantelado por decisión judicial, ningún dirigente bancario ha sido condenado con penas de cárcel. La única excepción en el mundo occidental se refiere a Islandia, donde la justicia ha condenado a penas de prisión firme a tres dirigentes bancarios.”

¡Caramba, para cuántas cosas puede servir un banco!

El lenguaje, 2

En 1995, la prensa argentina reveló que algunos directores del Banco Nación habían recibido treinta y siete millones de dólares de la empresa norteamericana IBM, a cambio de una contratación de servicios cotizados en 120 millones de dólares por encima del precio normal.

Tres años después, esos directores del banco estatal reconocieron que habían cobrado y depositado en Suiza tales dineritos, pero tuvieron el buen gusto de evitar la palabra soborno o la grosera expresión popular coima: uno usó la palabra gratificación, otro dijo que era una gentileza, y el más delicado explicó que se trataba de un reconocimiento por la alegría de la IBM.

Eduardo Galeano

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