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Ustedes no son los culpables ¡Es hora de que lo sepan y despierten!

Mercedes Sosa / Corresponsal Argentina de El Revolucionario Digital  |  03 de septiembre de 2014 (13:32 h.)

En los últimos tiempos antes de sentarse a leer un periódico o a mirar la tele, es preciso armarse de paciencia e incluso de un buen tranquilizante, porque los niveles de alarma de distintos tenores y orígenes hacen que la adrenalina se nos eleve más de lo tolerable. 

En nuestros bipolares medios, que pasan sin anestesia de la banalidad y la distracción de la próxima maternidad de la celebritie de turno, a la huida masiva de capitales nacionales y extranjeros de los US, lo cual estaría anunciando la ruina financiera de la nave insignia del orden mundial establecido unilateralmente hace unas cuantas décadas atrás, con los correspondientes fantasmas liberados en el resto del mundo, pasando por otras catástrofes como la sangría incalificable de Medio Oriente, la perplejidad por el avance fascista en la vieja Europa, acuerdos que hasta hace poco hubiesen resultado impensables entre países como China y Rusia, en fin, que para el desprevenido no es poco para digerir e interpretar.

En medio de tanta desmesura, millones de ciudadanos en todo el mundo, demasiado ocupados en tratar de sobrevivir al zarpazo de cada día, no llegan a entender cómo es posible que desde lo alto de la globalización neoliberal, sus hacedores y beneficiados les enrostren la responsabilidad por las calamidades que las sociedades están padeciendo. Que se les diga que su “estilo de vida”, lo que “eligen” como tal, es lo que ocasiona por ejemplo la degradación del medio ambiente donde vivimos todos. Por su culpa, por su gran culpa es que “que cada vez hay más coches, más fábricas, más detergentes, más pesticidas, menos agua, demasiado dióxido de carbono.” Hay que frenar la producción, no hay abasto de recursos para ello, estamos en inminente peligro del fin de las existencias de petróleo. Su “estilo de vida” es también la razón por la cual epidemias de variedad de enfermedades se expanden sin freno, por su culpa…por su gran culpa es hipertenso, diabético, obeso o anoréxico, pues elige Ud el sedentarismo, los malísimos hábitos alimenticios, amén de que muchas veces tiene Ud predisposiciones genéticas y la irrefrenable tendencia a vivir con el cigarrillo en una mano y la copa de alcohol en la otra.

Dirá Usted, pe… pe… pero  si yo vivo en medio de una precariedad laboral que no me permite “elegir” nada, simplemente me alimento con lo que puedo comprar con mis ingresos limitadísimos, vivo como un monje de clausura vea, ni hablar de cigarrillos…

Antes de que saque un turno en su psicólogo de cabecera permítame contarle algunas cosas. En primer lugar no se sienta tan culpable (aun con el cigarrillo en la mano), porque como siempre, hay un discurso generalizado bien abonado en los medios de (des)información masivos, mediante las opiniones de los expertos de siempre, de los cuales convendría conocer el origen de sus ingresos para formarse una idea de cuáles intereses están defendiendo al expresarse del modo en que se expresan.

Es inevitable hacer una referencia a los movimientos ecologistas, surgidos de los debates generados ante los problemas del mundo “desarrollado” y “globalizado”. Nada mejor que “hacer hablar” a los que saben, quienes interpretan muy bien a los que “creen saber” o “hacen creer que saben” a los que no sabemos.

Nos dice el eminente Vincenc Navarro (Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Es también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 45 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige también el Observatorio Social de España.), en artículo publicado en DIARIO PUBLICO (29 de agosto de 2013): “Desde sus inicios, el movimiento ecologista ha tenido dos vertientes o versiones. Una asume que el mayor problema que tiene la humanidad debido al deterioro del medioambiente se debe al crecimiento demográfico que, al generar el consumo de más y más recursos, llegará a determinar un deterioro total del medioambiente, que será inhabitable.”  Serían los “malthusianos”. Paul Ehrlich, su exponente más destacado, deriva su propuesta de solucionarla centrándose en controlar el tamaño de las poblaciones e intentar reducir su crecimiento. Esta versión aparece de muchas maneras y con distintos matices. Suele ir acompañada de la teoría de las limitaciones de los recursos que se están consumiendo y, entre ellos, los recursos energéticos son un ejemplo claro. La futura limitación de las fuentes de energía no renovables tiende a ser el caso citado como causa de alarma y preocupación por los autores pertenecientes a esta tradición.

“La otra versión del movimiento ecologista es la que centra la causa del deterioro ambiental, no tanto en el crecimiento de la población, sino en el crecimiento de la utilización de tecnologías o sustancias tóxicas y contaminantes, que pueden sustituirse, independientemente del crecimiento de la población. Su máximo exponente es Barry Commoner que fue el fundador del movimiento ecologista progresista en EEUU.” “Barry Commoner no ponía el énfasis en el crecimiento demográfico sino en la utilización de productos que afectan negativamente al medioambiente y, por lo tanto, a la humanidad. La solución es encontrar sustitutivos a los productos contaminantes. La sustitución de la energía nuclear por las energías renovables como la solar es un ejemplo de ello.”

Commoner analizó los niveles de dióxido de carbono en distintos países, desarrollados y subdesarrollados, llegando a la conclusión de “que países con escasa población podían ser muy contaminantes y países muy poblados no tenían que ser contaminantes, pues podían utilizar tecnologías que no afectaban negativamente al ambiente”….” La población podía ser una variable influyente en el crecimiento de la toxicidad en el medioambiente, pero el impacto de la tecnología utilizada era varias veces superior al impacto generado por el tamaño de la población.”

Surgen también las denominadas “Teorías del decrecimiento” que sostienen que “el crecimiento económico es malo, pues consume más y más recursos que son finitos, cuya desaparición causará gravísimos daños, considerando el decrecimiento como una evolución positiva, forzándonos a todos a ser más austeros en nuestro consumo. Como millones de seres humanos ya viven en condiciones de gran austeridad, no queda claro qué es lo que tienen que hacer los países austeros, excepto desincentivar que se consuma más. Su solución, por lo tanto, se aplicaría a los países de gran consumo, comúnmente conocidos como “países económicamente desarrollados”. Y es ahí donde se centra la propuesta de reducir el consumo que se considera un despilfarro de recursos finitos e insustituibles.”  No resulta lógico exigir que el mundo deje de crecer, el problema central está en que quienes defienden esta teoría piensan que sólo hay una forma de crecer, una sola forma de consumir y una sola forma de encarar la actividad económica, esto es, con una enorme concentración de la misma en poderosas corporaciones cuyas fuentes de energías se centran en recursos finitos no renovables (lo cual aún no está probado al menos en el caso del petróleo, dado que existen teorías llamadas “abióticas” que niegan el carácter de fósil del petróleo, pero eso será tema de otro artículo), por ende carísimos y costosos en daños al medio ambiente.

“Es necesario redefinir lo que se entiende por crecimiento. Se puede crecer económicamente produciendo prisiones y tanques y se puede crecer construyendo escuelas e investigando cómo curar el cáncer. Se puede crecer construyendo grandes edificios o manteniendo los ya existentes para hacerlos más ahorradores de energía y habitables. Ser anticrecimiento, sin más, es una actitud que refleja un cierto inmovilismo que perjudicará a los más débiles de la sociedad como ya estamos viendo ahora, cuando las sociedades están decreciendo.”

La cuestión central sería entonces, no dejar de crecer, sino apuntar a otro tipo de crecimiento, con una redistribución de los recursos para poder satisfacer las necesidades de la población mundial.

Otro discurso esencialmente falso, lo encontramos en el tema de la salud (más bien en su ausencia), cuando se nos dice que el origen de las enfermedades tiene que ver fundamentalmente con factores biológicos, poseer genes “perniciosos”, “estilos de vida” dañinos como fumar o no hacer ejercicio físico, así como con la falta de servicios de salud y tecnología médica, debido a tener una atención médica deficiente, hospitales sin tecnología punta, etc. Se podría decir que es un enfoque individualista, que atiende a conductas personales y a tendencias genéticas como generadoras de enfermedades. Sin embargo, la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud de la OMS, publicó en 2008 un influyente informe global sobre la desigualdad en salud, cuyas conclusiones son impactantes: …“las desigualdades de poder y riqueza son fundamentales para entender las desigualdades de salud existentes en el planeta. Sin embargo en el contexto de la OMS, una institución conservadora, ello es significativo. La Comisión señaló que la acumulación “tóxica” de factores sociales injustos y evitables, como son la desigualdad económica, la precariedad laboral, la contaminación ambiental, la inseguridad alimentaria, no tener una vivienda digna, o la falta de participación y democracia, entre otros, están matando masivamente a la población y produciendo grandes desigualdades en la salud.” Para ponerlo crudamente claro: “la “globalización neoliberal” es la causa fundamental de las desigualdades en salud que producen la muerte prematura y el sufrimiento de millones personas”, tal y como sostienen dos de los integrantes de dicha Comisión, los profesores de salud pública de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y la Universidad de Toronto, Joan Benach y Carles Muntaner. El informe incluía muchísimos datos de estudios científicos que mostraban como al empeorar la situación social también empeora progresivamente la salud y las desigualdades en salud dentro de los países ricos. Un caso extremo ocurría en la ciudad escocesa de Glasgow donde en el barrio pobre de Calton la esperanza de vida es de 54 años (8 menos que la India), pero apenas unos pocos km al norte, en la zona rica de Lenzie, la esperanza de vida sube hasta alcanzar los 82 años, algo común en países ricos. ¿Sorprendido/a, amigo/a lector/a?

El concepto central se denomina: Los “determinantes sociales” de la salud y la desigualdad. La salud de las personas se genera mayormente en contextos sociales es decir económicos, políticos y culturales como pueden ser países con grandes desigualdades económicas, sociedades donde los trabajadores y los inmigrantes no tienen derechos o comunidades religiosas que rechazan la realización de medidas preventivas. Un ejemplo entre mil. Ni la genética ni el acceso a servicios sanitarios pueden explicar, por ejemplo, por qué la tasa de homicidios es mayor en Baltimore que en Barcelona.

Pero sigamos leyendo a los que saben: “Los ‘determinantes sociales’ conforman un amplio conjunto de factores sociales (por ejemplo, las condiciones de empleo y trabajo, la calidad de la vivienda o los factores medio ambientales) y de políticas (por ejemplo, la ausencia de políticas sociales públicas o la implantación de políticas económicas y laborales neoliberales) que afectan decisivamente a la salud de la población. Son causas de gran importancia porque aumentan la probabilidad colectiva de enfermar y morir según la desigual forma en que vivimos, trabajamos, nos alimentamos, somos o no explotados, sufrimos o no discriminación, si existen o no políticas sociales que nos protegen o ayudan, o si tenemos el conocimiento y poder político y personal necesarios para participar en las decisiones más importantes que afectan a nuestras vidas. En definitiva, debemos ver si las políticas que la sociedad elige proveen las condiciones y medios adecuados para que cada ser humano pueda vivir con dignidad y desarrolle sus capacidades”…“hay que entender que no todas las personas y colectivos (según cual sea su clase, género, etnia, situación migratoria, o edad) tienen las mismas posibilidades de escoger conductas sanas. En realidad, podemos decir que “no elige quien quiere sino quien puede”. Por ejemplo, una mujer sola, con hijos pequeños y con escasa protección social y ayuda familiar, es casi seguro que no pueda elegir un estilo de vida sano ya que habitualmente esa no es una prioridad importante en su vida. Otro caso sería el ver que en aquellas sociedades donde no se permite comerciar con el tabaco las personas dejan de “elegir” convertirse en fumadoras.” “El impacto de los determinantes sociales se inicia desde antes de nacer, y se va acumulando a lo largo de la vida en constante interacción con la genética, la biología y los factores psicológicos hasta alcanzar la edad adulta, la vejez y el momento final de nuestra muerte. La experiencia de ser pobre durante la infancia, por ejemplo, afecta la capacidad cognitiva que después va a tener esa persona ya adulta a través de la producción de estrés fisiológico crónico, que es posible medir a través del sistema hormonal y otros indicadores fisiológicos.”

Así las cosas, los profesores señalan que en vez de usar un indicador como el PIB (Producto Interno Bruto) para conocer la productividad de un país, que dice poco acerca de la calidad de vida de sus habitantes aun la riqueza generada por ellos, “sería de enorme utilidad no sólo para valorar el bienestar y la calidad de vida existente en cada país y en cada grupo social, sino también para evaluar los logros o fracasos de las políticas económicas y sociales que hacen los distintos gobiernos e instituciones políticas” …”la equidad en salud como un indicador fundamental para valorar el grado de justicia social que posee una determinada sociedad. Los indicadores de equidad o desigualdad en salud reflejan de forma muy adecuada la calidad de vida de cada sociedad no sólo porque la salud tiene un gran valor individual y colectivo, sino también porque, como hemos señalado, sus causas fundamentales son sociales.”

“Contrariamente a lo que se suele pensar o decir, la mayor “epidemia” social de nuestra época no son las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la gripe o las enfermedades infecciosas, sino los determinantes sociales y políticos que originan esas y otras enfermedades que finalmente matan desigualmente a la población produciendo una escandalosa inequidad en la salud.”

Ahora que se ha enterado que no es cierto que es Ud. el responsable de tanta calamidad sembrada en el mundo, lo/la invito a fumarse un cigarrito o a beber la copita de malbec sin culpas, y  a repensar cuál es la vida que no individual, sino colectivamente, nos merecemos a pesar de la Disneylandia que nos dieron a “disfrutar” hasta el presente. 

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